Hoy
voy a comparar dos obras de dos grandes genios. Por una parte está la escultura
de Miguel Ángel de Lorenzo, duque de Urbino (nieto de Lorenzo el Magnífico); y
por otra un cuadro de Velázquez: El Dios
Marte. El primero, también llamado “Il penserioso” se esculpió entre 1524 y
1534 aproximadamente. Podemos imaginar cómo Diego Velázquez tomaría notas de
esta escultura en su viaje a Italia (1629) para que acabara pintando a Marte
(1638).
Ambas
obras poseen una expresión pensativa, tanto la cara como la posición que tienen
las figuras de reposar la cabeza sobre la mano. El florentino quiso plasmar al
Duque de Urbino como alguien dedicado a una “vida contemplativa”, casi
filósofo. De hecho el escultor remarcó
esta idea con las alegorías de la aurora y el crepúsculo a sus pies, ya que se
dice que son las horas sugerentes para la contemplación. Hay que decir que no
tiene la mirada perdida, sino que sus ojos se dirigen a la Virgen, que preside
la habitación.
Pero
Velázquez no pintó ese tipo de pensamientos. Para saber qué es lo que piensa
este dios haré una breve mención al mito de Marte, Venus y Vulcano. Partiendo
del cuadro de Velázquez La fragua de Vulcano,
podemos ver como Apolo le dice a Vulcano que ha sido engañado por Venus y
Marte. Vulcano para vengarse teje una maya con la que atrapar a los dos
amantes. Una vez atrapados, el resto de los dioses se burlan de los dioses
amantes.
En
el lienzo apreciamos como un Marte abstraído y abatido, reflexiona ante el
inesperado fin de su aventura amorosa. De hecho se le puede ver todavía en la
cama, entre las sábanas. Es una representación del dios de la guerra nada
belicosa, porque no tiene la armadura puesta (en el suelo) y por esa mirada tan
poco amenazadora.
Los
dos pertenecen al mundo clásico. Miguel Ángel trató a Lorenzo de Medici como a
un héroe de la Antigüedad, ya que lleva una armadura romana. Por otra parte,
qué más clásico hay que un dios romano como lo es Marte (Hefesto en la
mitología griega), dios de la guerra.
Tanto
Marte como Lorenzo llevan un casco. En el primero es más lógico ya que es el
dios de la guerra, pero en el Lorenzo de Miguel Ángel es algo más extraño. El yelmo
tiene forma animal un tanto extravagante, lo que ha llevado a algunos críticos
a pensar que el escultor pretendía insinuar la falta de equilibrio en la mente
del duque.
Se
ve como Velázquez tiene un gran dominio de los efectos de luz y de color al
contemplar esta obra. Me gustaría resaltar en especial la sombra que envuelve
la cara a Marte (producida por el casco) ya que enfatiza ese ensimismamiento. Pero
no sólo hay luz en la pintura, el escultor florentino también jugaba con la luz
en sus obras, pensando en el lugar en el que colocarlas para darle una mayor
profundidad.
Se
puede decir que lo que une en esencia a estas dos obras son sus pensamientos.
Hay madera en tus dibujos. Buen trabajo. Por cierto, dicen que Velázquez quiso expresar con Marte abatido la decadencia de España.
ResponderEliminar